(Quique Montoya, J. Ricardo Montoya y Jesús Villar)
Tras mucho ninguneo, junto un recién conocido
Vendedor en la calle hasta ese momento,
Le compramos a una viuda su comercio.
Avalista mi padre!
De ser negocio rancio a algo atípico pasó.
La fría oficina con el cálido tocador.
Un verdadero pacto entre caballeros.
Tendría éxito? Quien sabe!
Era una copistería en una entreplanta.
En el logo un tintero y una piedra de ágata.
El tercer local tras peluquero y masajista.
De tener una luz roja ya no te confundías.
Copias, copias, copas, copas
Copias, copias, copas, copas
Por ver si se vendían más copias o abalorios.
Nos lanzábamos puyas entre los socios.
Las máquinas, ya viejas, paraban para arreglo.
Se invita a fruta al cliente.
De copias a copas en el bar de las de lesbos.
Y luego a dormirla en la entreplanta juntos.
Nos despertaba a veces un cliente tempranero.
Para el carné fotocopiarse.
Escuchábamos de fondo a Philip Glass.
A los clientes se usaba para terapia sentimental.
Se devolvían las tesis mezcladas con el papel del bocata.
Pero la gente volvía no saben donde copiar?!
Copias …
Si sale más que entra poco dura un negocio
Mi socio vio el momento de la disolución
Cuando en la caja para copas no había p’a los dos.
O uno toma ginger ale.
Seguir sólo que aburrido sin el recién conocido.
Acostumbrado a trabajar por diversión.
A mi padre el por qué del cierre no supe explicárselo.
Pero tú sí me entiendes.
Echan de menos mi local en la calle principal
Y que entre chismes les hagan fotocopias
El papeleo era entonces más vital.
Fue todo fruto de la magia de un encuentro casual.
Copias …
Copias …
Copias …